Una revuelta se extiende por Estados Unidos y Gran Bretaña. Es la rebelión de los bibliotecarios contra las restricciones de grandes editoriales como HarperCollins al préstamo de ebooks. Los bibliotecarios llaman al boicot contra la editorial. Leyendo se crean lectores y consideran el libro digital como el medio para atraer a los nativos digitales, acostumbrados a la superoferta de contenidos de todo tipo. Por eso muchos dudan del proteccionismo del papel.

Los editores, expertos en saturación, se han vuelto restrictivos y proteccionistas con el libro digital. La era Gutenberg pervivirá por un tiempo, pero el proteccionismo puede acabar devorando la industria del libro en lugar de protegerla, como ha ocurrido tantas veces. La más reciente con la música, con las descargas y Apple con su tienda iTunes como dominadores.

El libro sufre una innovación disruptiva con el ebook, en la clásica formulación de Clayton Christensen: si una industria no innova, alguien lo hará, mejor y más barato. Si los editores no apuestan por el libro digital, los grandes de la tecnología e internet como Apple y Amazon se harán con un mercado al que aspiran también empresas de telefonía móvil como Telefónica.

Amazon y las telefónicas tienen una gran arma: ofrecer gratis o a precios bajos los dispositivos de lectura. Es la política de Kindle, lanzado en 2007 y en continua rebaja de precio. Lo mismo que smartphones y las tabletas subvencionadas por las telecos. Pero necesitan contenidos de calidad y actuales. Sin ellos, los lectores digitales se acostumbrarán a bajarse libros de donde sea y gratis.

Los autores avispados se cansan. Lorenzo Silva ha conseguido al fin ofrecer todos sus libros en formato digital a precios asequibles. Varios escritores participan en la campaña 1libro1euro de Save the Children, impulsada por Juan Gómez-Jurado.

Estar en todas las pantallas para ganar la atención de lectores en ordenadores, ereaders, iPads o móviles. Es el consejo que por ahora los editores siguen remisos. Libranda, la gran apuesta de las grandes editoriales, va con retraso con 2.800 títulos frente a los 8.000 previstos para fin de 2010.

Los libros en pantallas van con retraso. En España sólo un puñado de bibliotecas prestan libros electrónicos y el Ministerio de Cultura ha comprado 50 ereaders para que 15 bibliotecas estatales empiecen los préstamos.

¿Por qué tantas restricciones cuando la oferta de libros no ha parado de crecer? Los títulos editados en España pasaron de 76.265 en 2005 a 110.205 en 2009. En 2010 superan los 104.000, según los datos provisionales. Pero menos de un 0,5% se vendieron por internet en 2009, aunque el año pasado se editaron 16.500 títulos en formato electrónico y se espera un fuerte aumento de las ventas.

Lo importante es ganar la atención. Los libros deberían estar en todas las pantallas para competir con otros contenidos, pero los editores frenan el mercado. Porque temen el aumento de los derechos de autor, un 6,5% de la facturación de 2009: 213,8 millones de euros en un mercado de 3.109 millones. Los autores podrían lograr entre el 15 y el 20% -con un 25% para los escritores más demandados- con el libro digital. Para sostener la rentabilidad del papel es el  otro freno: las librerías digitales españolas todavía no son rentables, pero cuando empiecen a serlo quizás Amazon domine el mercado. Su lanzamiento en España está previsto para principios de verano y ya ha empezado a recopilar la información necesaria y a negociar acuerdos. O los lectores se habrán acostumbrado a las descargas, aunque el libro no tiene el mercado convulso y urgente de la música o las series de televisión.

El papel tiene tiempo. Pero el paso de la industria del libro es lento. Los lectores indican la oferta de novedades, el precio y la disponibilidad de aparatos con conectividad y sencillez como los motores del mercado. La insatisfacción aumenta. Pero los editores confían en el cariño de los lectores a sus lecturas. Un mercado de la afectividad que si no se cuida acabará en rebelión contra una industria sorda a sus clientes.