La actual polémica sobre la neutralidad de la red me evoca lo sucedido hace no muchos años con las redes WiFi, y la reacción de las operadoras telefónicas al respecto.
Cuando empezaron a popularizarse los protocolos basados en el estándar 802.11, las operadoras reaccionaron con pánico: aquella intromisión debía ser detenida. De entrada, actuaron como actúan siempre: no queriendo enterarse (o de hecho, no enterándose… empiezo a ser enormemente escéptico con la capacidad de las grandes empresas de telecomunicaciones para monitorizar eficientemente el entorno), ignorando el tema y pensando que, simplemente, era algo que jamás podría llegar al usuario medio. Y mucho menos, por supuesto, sin su participación.
A medida que empezaban a aparecer más implementaciones tangibles de redes WiFi, más dispositivos para los hogares, etc., la reacción de las operadoras cambió, y pasaron a actuar como auténticos control freaks: "hay una panda de advenedizos que pretenden transmitir cosas fuera de mi control, y eso debe necesariamente ser detenido… la exclusiva de la transmisión es cosa mía. Y pasaron a modo ataque. Recuerdo como si fuera ayer las airadas reacciones de directivos de Telefonica en un foro al que me había invitado el Ayuntamiento de Madrid, ForoMAR, cuando algunos sacábamos el tema del apoyo a las redes WiFi: "eso no funciona, y no puede apoyarse seriamente".
Era exactamente el mismo momento en que los fabricantes de terminales empezaban a incorporar el acceso a redes WiFi en sus dispositivos, para encontrarse de inmediato con una frontal negativa de las operadoras: si el terminal llevaba WiFi, no sería incluido en las ofertas de las operadoras, eliminando de facto toda posibilidad de popularización. Ahora, todo terminal que se precie permite acceder a redes WiFi, pero han pasado ya ¡¡más de seis años!!, seis años de retraso en el desarrollo de pautas de utilización, en la aparición de iniciativas de progreso, en la popularización de nuevas iniciativas o en la creación de nuevas necesidades. Años de retraso debidos a la mentalidad de control de las operadoras.
La polémica actual con respecto a la neutralidad de la red es exactamente lo mismo: una serie de operadoras rechazando aquello que no pueden controlar, reclamando su control de manera enfermiza. Si sucede al margen de sus cuentas de resultados y en un área que entienden suya, debe ser detenido. Es así de simple, así de alucinante. Necesitamos operadoras: alguien tiene que tender infraestructuras, operarlas, y mantenerlas, pero la absurda mentalidad de control de éstas hace que sea imperiosamente necesario protegerlas de sí mismas. Y sobre todo, proteger la innovación, para que pueda desarrollarse sin estar bajo su histérico control. Nadie ataca a las operadoras ni su negocio, que de hecho, nunca ha estado mejor. Atacamos el exceso de control, el intento de coartar libertades, de detener el progreso. El delirio de pensar que toda información que se mueva entre personas, instituciones y empresas va a estar sometido ya no a su tarificación, que ya lo está, sino a su control omnímodo.
Sin una red neutral, muchas, muchísimas de las iniciativas que hoy conocemos no habrían podido convertirse en realidad. Si la red no hubiese sido neutral, si hubiese sido necesario llegar a acuerdos con operadoras para que el tráfico llegase a las personas, empresas como Idealista y muchísimas otras no habrían podido desarrollarse. Y no menciono a Idealista por casualidad, sino por la fantástica entrada de su fundador, Jesús Encinar, en defensa de esa neutralidad de la red que lleva ya bastante tiempo monopolizando la temática de esta página. Una neutralidad de la red que no debería ni estar en discusión, pero que debido precisamente a que lo está, necesita ser protegida lo antes posible. Protegida sin dobles lenguajes, sin puntos y aparte, sin posibilidad de ser aparcada ni dilatada en el tiempo, sin ambages y sin restricciones. Protegida completamente como ley fundamental que es y que condiciona el progreso y las libertades de las personas.
Y todo eso se discute y se pone en marcha en el Pleno del Senado de esta semana, tras el vergonzoso episodio del Pleno anterior. Solo hay que tomar la moción que se presenta, quitarle un innecesario y peligroso punto y aparte, y asegurar que el innecesario condicionamiento a la legislación europea no se convierte en una hipoteca temporal que permita que la protección de la neutralidad de la red duerma el sueño de los justos durante años. Solo eso. A ver si esta vez sus señorías saben estar a la altura.