'Wikileaks. La era de los soplones' es un ensayo escrito por Mónica Plaza en el que analiza la historia de Wikileaks y su fundador, Julian Assange. Para la autora, Wikileaks no obedece a los dictados de la CIA ni Assange es un agente secreto, como se ha especulado.
José Durán Rodríguez - Qué.es 29 de noviembre de 2011
La revelación del contenido de secretos oficiales que Wikileaks filtró a varios medios de comunicación para su publicación puso en jaque a la diplomacia internacional, especialmente a la estadounidense, y a los gobiernos occidentales por lo que mostraba de sus actuaciones poco recomendables en situaciones tan delicadas como la guerra en Irak, el trato a los detenidos en Guantánamo o las presiones recibidas para tomar decisiones críticas.
También convirtió en estrella al fundador de la organización, Julian Assange, un tipo curioso con una biografía nada convencional.
De Wikileaks y Assange trata 'Wikileaks. La era de los soplones', ensayo recién publicado escrito por Mónica Plaza, que ha contestado a Qué.es.
- ¿Por qué elegiste Wikileaks como tema para tu primer ensayo?
- La idea surgió a partir de una conversación con el periodista y escritor Eric Frattini. En febrero de 2011, el Cablegate acababa de lanzarse, y Wikileaks representaba un proyecto muy interesante desde dos puntos de vista: el periodismo, y la política y las relaciones internacionales. Nos dimos cuenta de que, en ese momento, solo existía una visión de lo que estaba ocurriendo, proporcionada por los medios de comunicación socios de Wikileaks. Se sabía que Leigh y Harding, periodistas de 'The Guardian', preparaban un libro, y que en 'Der Spiegel' habían empezado a recopilar sus datos para hacer lo mismo. Sin embargo, más allá de que los redactores de 'El País' involucrados se lanzaran, después, a comentar su papel en el asunto, nadie, desde fuera, había estudiado la organización, las filtraciones y, mucho menos, el impacto de todo ello en España. Faltaba un análisis distinto, ajeno a los propios medios de comunicación, que profundizase en cómo actuaron ellos además de en cómo lo hicieron Wikileaks o Assange.
- ¿Cuáles fueron las mayores dificultades para abordar este proyecto?
- Diría que hubo dos: la primera, que el material más importante estaba en inglés y en alemán, y aunque la traducción no fue tan compleja, sí lo ha sido garantizar que, en castellano, todo resultara comprensible y correcto (cerca del 75% del libro se compone de citas y referencias periodísticas y bibliográficas). En eso me ayudó mucho contar con experiencia editorial previa. Por otra parte, el fenómeno de Wikileaks estaba y está vivo, y cada día había nuevas informaciones. Todas las mañanas me despertaba sabiendo que, ya fuera en Twitter, en la radio o en los periódicos, pasaría una nueva jornada en compañía de Julian Assange. Durante muchos meses, no me despegué de las pantallas.
- ¿Qué es, en tu opinión, lo más relevante del 'fenómeno Wikileaks'?
- Wikileaks ha extendido la forma anglosajona de ver a los soplones. En una cultura como la nuestra, los soplones se consideran amenazas. Nadie suele querer a un chivato. Sin embargo, en EE.UU, por ejemplo, si alguien delata a una persona o a una organización que actúa de modo ilegal o poco ético, la sociedad no lo rechaza, sino que lo agradece. Wikileaks proporciona a sus soplones anonimato, y les confiere una especie de legitimidad que los muestra al mundo entero como gentes cuya única intención es hacer del planeta un sitio más justo. La naturaleza del soplón es la misma, pero se invierte su percepción por los demás, porque, detrás de cada soplón, está Wikileaks, una organización que lo protege, coge la información que posee y la pone en órbita para que, gracias a esa divulgación, quienes hagan algo mal sean conocidos y, por ende, castigados. Por otra parte, creo que Wikileaks ha modificado el periodismo de un modo notable, y no hay más que abrir las páginas web de publicaciones como 'The Wall Street Journal' o grupos como Al-Jazeera para darse cuenta. Ellos han puesto en marcha buzones electrónicos seguros, donde cualquiera puede introducir información que crea tiene interés para sus lectores y audiencias. Esto resulta útil en países con libertades restringidas, pero también, y como ha sucedido, en otros en los que los derechos civiles y fundamentales se encuentran, teóricamente, garantizados.
- ¿Podría haber existido Wikileaks sin Julian Assange? ¿Hasta qué punto su personalidad ha marcado, para bien y para mal, la historia de Wikileaks?
- Personalmente, creo que hay tantos habitantes en el mundo, personas tan inteligentes, y tantas vidas tan largas, que, de no haber sido Assange, otro habría inventado su concepto. Sin embargo, su proyecto es un reflejo fiel de sus ideas. Está obsesionado con la justicia y la libertad, por más que su interpretación de ambas pueda o no coincidir con lo que otras personas piensan. Sí es cierto que en torno a su figura han surgido muchos mitos, porque un hombre tímido y talentoso con ciertos problemas de adaptación se transformó de repente en una estrella con miles de seguidores, y eso genera leyendas.
- ¿Ha cumplido Wikileaks una función que los medios de comunicación tradicionales han obviado?
- Según lo veo yo, un medio de comunicación debe informar y, con eso, comprometer a la sociedad. Pienso que tomar partido es una inevitable característica de la era moderna. No estoy muy segura de si han sido la tecnología, la pereza o la evolución de la prensa misma, pero lo más frecuente es que ahora se hable o se escriba de los acontecimientos cortando y pegando. Los políticos ya no responden a preguntas; los entrevistados no son tales, porque saben de antemano qué les preguntarán; los gabinetes de prensa generan los contenidos, y las agendas de periodistas y redacciones se limitan a repetirlos... No hay periodismo, sino altavoces más o menos grandes que repiten lo que ciertos tipos dicen que debe decirse. En ese sentido, Wikileaks se saltó el guion, y por supuesto, su fórmula sentó fatal a esos tipos.
- ¿Es mejor saber o la ignorancia da la felicidad?
- Me pregunto tantas veces si vale la pena saber... Quienes más datos tienen, sufren más, pero también disfrutan más cuando lo que les llega es agradable o las cosas cambian. Por esto vale la pena arriesgarse a conocer, antes que vivir aletargado y sin información ni ideas.
- ¿Cómo puede combatir la ciudadanía el miedo, asco, vergüenza... que provocan las actuaciones de los Gobiernos tras hacerse públicos sus 'secretos' (Guantánamo, torturas, caso Couso...)?
- El ciudadano es, hoy por hoy, alguien indefenso, que sobrevive a expensas de la burocracia y, más que nada, de la economía. No existe nada que podamos hacer para evitar la indignación de las malas prácticas, salvo castigar, a través de la democracia representativa, a quienes ocupan el poder público, y eso siempre que sea una buena democracia representativa, lo cual está por ver.
- ¿Qué es, en tu opinión, lo más grave (en términos políticos, sociales, humanos...) de todos los cables diplomáticos que se han publicado?
- Hubo muchas informaciones que me bloquearon. Por cercanía, por haber seguido las noticias al respecto y por la tenacidad de la familia, las revelaciones del caso Couso. La cadena de presión impulsada desde la embajada de EE.UU, y transmitida a los ministerios españoles de Justicia e Interior, así como a la vicepresidencia del Gobierno y la Fiscalía, se tradujo en decisiones, cuando menos, cuestionables, que paralizaron los procedimientos judiciales. La independencia de la justicia se vio mermada por culpa de la influencia política. También me impresionaron informaciones que pasaron muy inadvertidas, como que la multinacional farmacéutica Pfizer indemnizó a unas doscientas familias nigerianas por el fallecimiento de niños debido a sus ensayos clínicos, o la opacidad del Vaticano a la hora de colaborar en la elaboración del Informe Murphy, promovido por el Ejecutivo de Irlanda para esclarecer casos de abusos a menores que afectaron a la archidiócesis de Dublín. En términos generales, las noticias más sonadas de Wikileaks no han coincidido, salvo en los países que las protagonizaban, con su importancia real.
- ¿Por qué Wikileaks ha sufrido una persecución más dura que la de los medios que han publicado sus filtraciones?
- Hay una parte de lógica en todo lo que ha pasado. Los medios que colaboraron con Wikileaks pertenecen, en su gran mayoría, a grupos de comunicación y, además, se encuentran relacionados con los gobiernos, porque, como comenté antes, de los estamentos políticos se nutren periódicos, cadenas de radio y televisión, páginas web, etc. Existe una dependencia del poder que se deriva, directamente, del círculo económico: la publicidad sostiene los medios de comunicación de masas, y sin ella, no funcionarían. Informar es, como casi todo, un enorme negocio. Por tanto, cuando los gobiernos, que contratan a las empresas para prestar servicios en el sector público, les sugieren a éstas que se aparten de Wikileaks, lo hacen. En paralelo, la mayoría de las empresas que financian esos medios no desea que su imagen se asocie a alguien que es retratado como un revolucionario (Assange). Todo esto se puso de manifiesto, por ejemplo, con el boicot de MasterCard, Visa, PayPal, Moneybookers o Bank of America, que colapsaron las cuentas de Wikileaks (impidiendo las donaciones) y la han obligado a paralizar sus publicaciones.Por último, a esto se suma que los grupos de presión, fundamentalmente, estadounidenses (y en particular, el Tea Party), tienden a fijar objetivos para minimizar las consecuencias negativas de la información que no les interesa. Es un ejercicio de control de daños muy popular en un entorno donde las comunicaciones son globales. El objetivo más sencillo es Wikileaks, porque, desde la perspectiva de un consultor, de un relaciones públicas, centrarse en una sola organización, en su líder y en el presunto soplón optimiza el uso de los recursos disponibles, antes que atacar a multitud de periódicos, revistas, televisiones, etc.
- ¿Qué cambios crees que pueden ocasionar las revelaciones de Wikileaks en las relaciones internacionales?
- Comparto la frase de Robert Gates, secretario de Estado de Defensa: "[...] los gobiernos pactan con EE.UU porque les interesa, no porque seamos capaces de guardar secretos. Muchos gobiernos tratan con nosotros porque nos temen; algunos, porque nos respetan; y la mayoría, porque nos necesitan. Todavía somos [...] la nación indispensable, así que el resto de las naciones continuarán relacionándose con nosotros. Seguiremos compartiendo información sensible con otros. ¿Es esto embarazoso? Sí. ¿Es torpe? Sí. ¿Las consecuencias para EE.UU? Creo que bastante modestas". La única transformación de las relaciones internacionales será invisible para los pueblos, porque consistirá en más mecanismos para blindar las comunicaciones políticas y diplomáticas. Más allá de eso, y dado que la economía ha ganado tantas parcelas a la política, personalmente, dudo de que Wikileaks y sus filtraciones hayan cambiado nada. Los políticos son los intermediarios entre el estamento económico-financiero y los ciudadanos; su capacidad decisoria en el llamado mundo desarrollado está en horas muy bajas; casi ha desaparecido.
- ¿Y si todo fuera algo orquestado para desviar la atención de lo verdaderamente secreto?
- Algunos autores, como Daniel Estulin, han apuntado la posibilidad de que Julian Assange fuera un agente de la CIA, y han cuestionado su forma de actuar y las razones auténticas de los pasos de Wikileaks. Cualquier afirmación sobre los intereses de Assange se basa en meras presunciones, porque incluso en sus declaraciones y entrevistas abunda la contradicción. Así, solo podemos especular. En mi opinión, Wikileaks no es la CIA, y Assange no es un agente secreto. Sería estupendo, redondo, poder convertir todo esto en una saga de películas, pero incluso dando por sentado que la inteligencia estadounidense hubiera decidido boicotearse a sí misma, y considerando únicamente el Cablegate, su credibilidad ha sufrido un gran golpe. El crédito de la CIA se ha resentido, y no solo por las filtraciones, sino porque muchas de las cosas reveladas en relación con su trabajo han hecho parecer que están dirigidos por personas de escasa competencia profesional.En perspectiva, el perfil alto de Assange y Wikileaks sería contraproducente para una operación de un servicio secreto riguroso y respetable. Ahora bien, la Historia ha demostrado que no existen cosas imposibles cuando se trata del espionaje y el contraespionaje...
Saludos
Rodrigo González Fernández
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