Diez días de uso intenso de un dispositivo permiten ya una perspectiva suficiente como para escribir sobre él. Desde el día 28 que llegó el Kindle a casa, he estado utilizándolo, llevándomelo para leer en ratos perdidos, comprando algunos, usándolo para mis propios archivos, probando la batería
Diagnóstico: encantado con él.
Comienzo, como en la entrada anterior, con las advertencias: mi decisión de comprar el Kindle estaba vinculada a mi forma de utilizarlo. Soy un feroz usuario de Amazon. A mi despacho llegan habitualmente paquetitos sonrientes con novedades que quiero leer habitualmente rápido. Y de lo que más me gusta de Amazon es, precisamente, lo bueno que es su sistema de recomendación: llevo muchos años alimentándolo no solo con compras, sino cualificando las recomendaciones con puntuaciones o cuando ya tengo el libro que me recomienda. De ahí que encuentre un gran valor en la distribución digital si proviene precisamente de mi librería favorita. Leo fundamentalmente novedades, en inglés, y sobre una temática concreta, razón por la que pensé que decidirme por el Kindle en lugar de otro lector podía ser una buena decisión. Y sinceramente, creo que no me equivoqué.
Tras diez días de uso, lo primero que se me viene a la cabeza es que hablamos de un dispositivo que casi tienes que hacer un ejercicio mental para recordar que es eléctrico. Hice una carga completa del Kindle el día que llegó, aunque venía relativamente cargado, y lo tuve que volver a recargar ayer por la noche, diez días después. La sensación de que el dispositivo en reposo no consume energía es como mínimo curiosa. Cierras la funda de cuero (por cierto, muy recomendable) cuando dejas de leer, y al cabo de un cierto tiempo sustituye tu página por un dibujo o fotografía de algún escritor, que cambia de vez en cuando supongo, pero no lo sé, que para evitar el efecto memoria en la pantalla. Eso es todo. Como el dispositivo únicamente consume en los refrescos de pantalla, el consumo es mínimo. No lo he apagado en ningún momento, en los aviones me he limitado a apagarle la conectividad (que puedes mantener apagada salvo cuando bajas algo, lo cual maximiza aun más la duración de batería).
La experiencia de comprar un libro es buenísima: te conectas, ves la selección, localizas lo que quieres, das un clic, y ya lo tienes. La tienda Kindle aún no tiene de todo, en alguna ocasión me he encontrado libros que quería y no pude adquirir, y por supuesto, el inventario en español es bastante deficiente. El precio de los libros desde España está en torno a los $13, unos 8.7, al que no soy en absoluto sensible: estoy acostumbrado a pagar más por mis libros, y bastante más si les añado los gastos de envío.
La experiencia de lectura, perfecta. La pantalla no cansa nada, es exactamente igual que un papel. Cambias el tamaño de letra sin problemas, marcas las páginas, y lo mejor, tomas notas o marcas partes del libro algo que yo hago muchísimo en mi esquema de lectura en papel, con frases que quiero reutilizar, recordar, etc. con absoluta facilidad. El control para marcar un texto es único: haces clic, te desplazas, otro clic para terminar, y listo. Para lo que hago con él, leer libros en los que prácticamente solo hay texto, la pantalla tiene un tamaño perfecto: si usas muchos diagramas o libros ilustrados, puedo entender que te apetezca más su primo mayor, el Kindle DX, que todavía no está en versión internacional, pero a mí, la verdad, me llega perfectamente con este tamaño.
Los controles son cómodos y simples, no tienen pérdida (salvo que los usuarios de iPhone tienden a intentar usar la pantalla como si fuera táctil, cosa que evidentemente no es). Los mandos para pasar página atrás y adelante están ubicados cómodamente, y el teclado no estorba especialmente. El refresco de pantalla es completamente espartano, nada de efectos, simplemente se va una página y viene otra, sin más: hay que ahorrar batería.
Curiosa y futurista la opción de lectura: una voz sintetizada muy bien conseguida, que te va leyendo las páginas y pasándolas solo al ritmo preciso. Es una sintetización de voz a partir el texto escrito, lo que hace que funcione con libros, pero también con cualquier pdf, lógicamente en inglés. Se conecta y desconecta con una simple combinación de teclas. No he intentado acostumbrarme a ello por el momento, pero la posibilidad de usar el Kindle como lector con cascos puede llegar a ser interesante para según qué situaciones.
El cable de alimentación, en un detalle manifiestamente mejorable, viene con enchufe norteamericano de clavijas planas. Afortunadamente, en mi casa no faltan conversores (solo es preciso cambiar la forma de la clavija, el voltaje de 220 funciona perfectamente) pero resulta incómodo. El cable es además desenchufable del adaptador de pared imagino que pronto estará disponible el adaptador de enchufe español y termina en una clavija USB, con la que se puede enchufar el Kindle al ordenador. Al enchufarlo, se identifica como una unidad de almacenamiento, y puede también cargarse. Para gestionar archivos en otros formatos libros descargados de otros sitios o pdf de todo tipo utilicé Calibre: gratuito, sencillo, y disponible tanto en OS X como en Linux o Windows (gracias, Eduardo). Identificó el dispositivo a la primera, me pidió que configurase mi cuenta de correo para enviar al Kindle (no he usado el envío por correo elecrtónico, me los he pasado siempre a través del cable), y complejidad cero: arrastras los pdf o los libros en el formato que sea a tu estantería virtual, y de ellos, los que quieras al dispositivo. Cuando es necesario, el programa te propone la conversión, y por el momento, lo ha hecho perfectamente bien en todos los casos. ¿Dispositivo cerrado? No me lo ha parecido: yo estoy leyendo en él lo que me da la gana sin ningún problema ni coste adicional.
Una experiencia, en resumen, perfectamente adaptada a lo que esperaba. Nulos problemas de interconectividad o de formatos, todo funciona perfectamente a la primera sin complicaciones, y tengo las novedades de Amazon en la mano en lo que me lleva hacer un clic, sin que me complique llevarme los pdf que quiera o libros en otros formatos. Para mí, prueba más que superada.