Sábado 19 de Noviembre de 2011
Hace un año que el mundo fue golpeado por las filtraciones de miles de cables secretos de todas las embajadas estadounidenses, incluida aquella en Chile: la mayor filtración de la historia ha derivado en un fiasco. Resultó un oscuro negocio para los diarios que participaron, en superadas incomodidades para algunos mandatarios extranjeros y en humillaciones para la diplomacia de Estados Unidos, que debió dar explicaciones. Sus autores están presos: el principal, un soldado, por alta traición, y el otro, que negoció las informaciones, acusado de cuatro polémicos delitos sexuales.
Julian Assange, reduccionista de la información robada por el militar, anticipó que provocaría una "crisis diplomática mundial, con revelaciones que infartarían a Hillary Clinton por la difusión de pactos casi criminales del gobierno de Estados Unidos".
La "concupiscencia por la noticia" (término usado por un ex director de este diario para graficar el vértigo informativo de los periodistas) movió a cinco conocidos periódicos de izquierda a asociarse irresponsablemente con Assange y a organizar un falso escándalo.
Las ominosas predicciones no se han cumplido: Hillary Clinton goza de tan buena salud que podría ser candidata a Presidenta de EE.UU.; nadie resultó muerto ni herido de gravedad; las filtraciones se redujeron a intrascendentes confidencias sobre conocidos defectos de líderes y presidentes (los complejos de Napoleón de Sarkozy, el hitlerismo de Ahmadinejad, la locura de Jaddafi, la frivolidad de Berlusconi y la opacidad que rodea a Putin). Salieron a la luz predecibles maldades estadounidenses, como las instrucciones a sus diplomáticos de su misión ante las Naciones Unidas para espiar a Ban Ki-moon y el traslado secreto a la is-la Diego García de bombas de racimo que se había comprometido a destruir. En los cables aparecieron desmentidas descalificaciones mutuas entre la ex Presidenta Bachelet y el Presidente Piñera.
Aunque nada de lo revelado resultó impactante ni novedoso —ningún cable estaba clasificado como top secret o ultrasecreto—, se transgredió la obligación de proteger la reserva que tenía el Departamento de Estado. ¿Volverá un Presidente, como le sucedió a la Presidenta Bachelet, a tratar francamente con representantes de EE.UU., cuando por sus descuidos se han hecho públicas opiniones reservadas?
Los líderes y funcionarios diplomáticos tienen derecho a que se les asegure la reserva de sus conversaciones. Sin confidencialidad pueden surgir decisiones inconsultas, empleo de la fuerza sin negociaciones previas y prescindencia de franqueza en ocasiones críticas. El Presidente Wilson, apóstol de la "diplomacia a la luz del día", afirmaba que no son posibles las negociaciones con luz y taquígrafos.
A un año de los wikileaks, es risible que sólo responda de esta grave negligencia un militar de baja graduación, que incomprensiblemente manejaba el acceso a gran cantidad de cables secretos del país que inventó la seguridad cibernética
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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