Posted: 04 Jul 2009 01:44 AM PDT
Hoy toca entrada nostálgica de abuelito Cebolleta: acabo de enterarme por Boing Boing del cierre de CompuServe, el servicio con el que me inicié en Internet allá por 1992 y que mantuve durante muchos años como forma de conectarme cuando estaba fuera de casa, y la verdad es que me han venido un montón de recuerdos impresionante.
CompuServe era una de las poquísimas formas que había de conectarse a Internet a principios de los 90, cuando mi amigo Julián y yo empezábamos a probar "aquellas cosas raras" en nuestro despacho compartido en el Instituto de Empresa. En aquella época, empezábamos a enseñar a los alumnos lo que era Internet llevando a clase un ordenador de sobremesa que pesaba lo suyo, un cable larguísimo para enchufarnos al despacho más cercano (dejando a su ocupante sin teléfono durante la hora y media que duraba la clase), y un módem de 1200bps. Cuando el grupo al que dábamos clase era agradable, tras haberlos metido en alguna BBS y haberlos paseado por las direcciones típicas de una red en la que rápidamente se te acababan las ideas y las cosas que se podían enseñar en una clase, los metíamos un rato en CompuServe, para enseñarles otros servicios para los que servía la red. Pero poco tiempo, porque ambos pagábamos la cuenta de CompuServe de nuestro bolsillo y con nuestras propias tarjetas de crédito, e intentar llevar el recibo a Administración pretendiendo el reembolso de los gastos habría sido como empeñarse en explicar trigonometría avanzada a un bebé de año y medio.
CompuServe fue mi primera dirección de correo, 72322.2013@compuserve.com. El día que permitieron elegir un indicador alfanumérico asociado a ese, escogí edans, un nick que todavía uso en muchísimos servicios. Los diskettes que CompuServe enviaba con las nuevas versiones del software fueron algo habitual en mi casa y mi despacho durante años, como lo era el hábito de, antes de viajar a una ciudad, llevarme apuntado el número local de CompuServe para poder conectarme a un precio más bajo. En CompuServe se inventó y popularizó el Graphics Interchange Format, el GIF, que todos hemos usado en infinidad de ocasiones. Mediante los foros de CompuServe me dediqué a enterarme, en 1996, de todos los entresijos de la vida en Los Angeles, la ciudad en la que había decidido pasar la segunda mitad de esa década estudiando mi doctorado: cuando en Agosto de 1996 puse el pie en la ciudad, ya sabía cuánto podía esperar que costase un alquiler, qué zonas eran más recomendables, y hasta había visto algunos pisos con fotografía y todo, algo que en aquella época parecía casi ciencia-ficción. Aquellos foros eran una auténtica delicia, llenos de gente que te ayudaba simplemente porque sí, porque estaban ahí, y que te brindaban una información imposible de conseguir de otra manera pero no tenían ni cara ni ojos: eran únicamente un nick.
Al llegar a Los Angeles, CompuServe perdió completamente su sentido para mí. La conexión a Internet había pasado a ser completamente gratuita - por un lado, la proporcionaba UCLA, y por otro, las llamadas locales al nodo de la universidad estaban dentro de la tarifa plana. Además, cada vez más, todo lo que necesitaba no estaba dentro de CompuServe, sino fuera. CompuServe era, en realidad, un intento de ofrecer una red cerrada en la que estuviesen contenidos todos los servicios que un usuario pudiese necesitar, clasificados entre básicos y premium, y pagando o bien por tiempo, o bien por extras, todo sin necesidad de dar tu número de tarjeta porque CompuServe ya lo tenía. Recuerdo cuando más y más usuarios empezamos a querer salir de CompuServe hacia la gran red abierta que crecía a toda máquina ahí fuera, Internet, y el servicio de conexión a Internet desde CompuServe se empezó a ofrecer con una pantalla previa en la que una inquietante señal de Warning avisaba de que "a partir de ese momento, ya no estabas dentro de CompuServe y te podía pasar cualquier cosa de la que ellos no se hacían responsables". Quién nos ha visto y quién nos ve, ahora que prácticamente vivimos en Internet
Mantuve mi cuenta de CompuServe muchos años más de los que realmente habría necesitado. Era un cargo de $19.95 en mi American Express completamente absurdo, que al principio estaba allí por aquello de "¿y si un día estando en el medio del desierto más profundo no tengo otra manera de conectarme?", y después simplemente por romanticismo o desidia y porque no resultaba del todo sencillo cancelarlo. Hasta que ya, tras volver de Estados Unidos y harto de pagar por algo que no utilizaba jamás, llamé un día al servicio técnico, que estaba en París y te hablaban con acento francés, y cancelé la cuenta, con la cara tristona de quien sabe que está cancelando un pedacito de su historia. La misma sensación de inevitabilidad y de lógica que he sentido ahora, al leer la noticia de un cierre que casi te extraña más cuando te das cuenta de que aún seguía ahí. Un recuerdo de otros tiempos.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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